El impulso de lo digital y de las redes sociales ha obligado a personas, empresas, corporaciones, instituciones y gobiernos a entrar en este mundo. El que no está allí se arriesga a perder oportunidades de comunicación con las audiencias. Pero no es estar por estar. Todo debe pensarse bien y atarse a una estrategia clara y definida. Crearla implica dos procesos:

  • Análisis: es el saber qué somos, con qué contamos, qué queremos.
  • Proyección: visualizarse en el largo plazo.

En esta apuesta poco puede dejarse al azar. De la estrategia depende alcanzar las metas que nos trazamos; nos jugamos la identidad presente y futura. Por eso estamos obligados a conectar las ideas que tenemos con una serie de planes y con personas en función de un objetivo común.

Desarrollarla no es sencillo; tampoco existen recetas aplicables para todos; depende de cada empresa, del sector en el que nos desempeñemos y el ambiente que las rodea. Sin embargo, hay una serie de actividades a seguir para definirla.

  • Introspección: implica definir qué somos en el mundo real, con qué equipo contamos, definir qué queremos alcanzar. Es, también, conocer las fortalezas con las que cuenta nuestro producto, servicio, o marca para potenciarlas, facilitar la conexión con los clientes, usuarios, y las debilidades, para superarlas y lograr que se convierta en oportunidad de mejora y de crecimiento.
  • Definición. Una vez sincerados sobre lo que somos, debemos definir qué queremos ser; cuáles son los objetivos cualitativos y cuantitativos. Hay que ser conscientes de que la identidad en el mundo real debe mantenerse en el digital; el segundo es una proyección del primero. También debemos de definir el público objetivo (clientes) y qué tipo de experiencia deseamos que tengan con nuestras marcas o con nuestros servicios.
  • Comparación. No se busca hacer lo que otros hicieron, sino mirar los aciertos y desaciertos de nuestra competencia y un poco más allá para conocer el mercado y saber el nicho que vamos a penetrar en función de nuestras fortalezas y debilidades que ya establecimos con la mayor sinceridad del mundo.
  • Proposición. Es plantear cómo lograr esos objetivos que establecimos. Implica definir las redes sociales en las que estaremos (no tenemos que estar en todas; solo en aquellas que vemos útiles); imagen, colores, forma de comunicarnos, tipo de publicaciones a realizar (hay que ser conscientes de que son distintas según la red social), frecuencia de publicaciones; uso de texto, audio, video o la combinación de algunas o de todas. Como dijimos, nada puede quedar al azar, aunque la realidad nos puede llevar después a ir cambiando y adaptándonos.
  • Medición. Es el punto en el que estamos obligados a establecer cuáles serán las métricas que nos servirán para alcanzar las metas planteadas. Se mide siempre y todo, aunque en muchos casos la intuición y el olfato son un buen complemento.

El cumplir estos estadios no es garantía de éxito. Todavía falta un elemento clave aunque pudiera no parecerlo: lograr que todo el equipo se comprometa en la apuesta y que se interesen por alcanzar los objetivos. Nuevamente hay que partir del conocimiento de la organización (sobre todo de las resistencias internas) para poder repartir los roles, las actividades que cada uno de los involucrados realizará y motivarlos en la consecución de las metas.

No se puede olvidar que la estrategia no es algo estático; debe estar en constante adaptación. La organización está obligada a ser lo suficientemente flexible como para cambiarla al momento en que nos demos cuenta de que no está funcionando como lo planificamos o la realidad nos obligue a tomar otros caminos.